Ella ha aprendido que tiene que ser una niña buena, sentarse en la escuela como los demás, sin destacar demasiado. Su entorno le ha inculcado que debe ir a la universidad, formar una familia y trabajar de lo que ha estudiado hasta que se jubile. Y entonces sí. Entonces podrá relajarse y finalmente vivir una “merecida” felicidad.
Pero Julia quiere ser feliz AHORA. Ahora que es mamá de dos preciosos hijos, Noa y Leo. Quiere poner al servicio de los demás sus talentos y disfrutar cada minuto de su vida con ello.
Y desea que sus hijos se sientan amados por lo que son, no por lo que se van ganando día a día. Al fin y al cabo, el amor de Julia por sus pequeños está ahí. No desaparece, no mengua, no se hace mayor o menor según los méritos de la semana.
Desea que sus hijos tengan esperanza, una infancia feliz que genere una adultez también feliz y sin miedos.
Ser feliz ahora no es lo que ella ha escuchado en su entorno.
“¿Ser feliz por qué? ¿Así como está el mundo? ¿Es eso lo que vas a inculcar a tus hijos? ¿Qué la vida es fácil y sencilla? ¿Qué tienen que confiar en su instinto, en su ritmo, en su amor propio?”.
Julia sabe que para conseguir todo esto, para dar la vuelta al cuento que le han estado contando desde pequeña y que hace mucho tiempo que ya no se cree, necesita hacer un “reset”.
Resetear los hábitos, las creencias y los mantras aprendidos. Dejar de vivir en modo automático y estar presente. Vivir AHORA de manera consciente y plena.
No es un cambio que pueda hacerse de un día para otro, pero ella sabe que merece la pena. Y para eso, Julia tiene aliados.
– Mamá ¿jugamos a las gracias? – dice Leo a la salida del colegio.
– ¡Sí, sí, mamá! ¡Vamos a jugar! – añade Noa.
– Vale, vamos a jugar … Leo ¿por qué das hoy las gracias? ¿qué cosas agradeces que te hayan pasado hoy? ¿y a ti, Noa?
“Mamá, he metido un golazo en el recreo”. “Mamá, hoy había tortilla de patata en el comedor y he repetido dos veces”. “Mamá, has venido a buscarnos y doy las gracias porque eso me hace muy feliz …” ¡gracias, gracias, gracias, mamá!
Julia sonríe de regreso a casa con sus hijos. El amor la invade. Siente que el pequeño ritual de “dar las gracias por algo bonito que ha pasado hoy” que comparte con sus hijos es una semilla de felicidad plantada.
Ellos tendrán todas las posibilidades del mundo. Y ella desaprenderá para tenerlas también.
“En el más feliz de nuestros recuerdos de la infancia, nuestros padres eran felices también”. (Robert Brault).